reflexiones sobre creación escénica contemporánea

Arrancamos este blog delimitando cuál es el tipo de creación escénica sobre la que dirigiremos nuestra atención.

Entendemos por creación escénica contemporánea aquella que se desarrolla esencialmente desde dos parámetros: riesgo e investigación. Por riesgo entendemos el asumir decisiones escénicas de carácter estético, social o conceptual, por encima de certezas económicas o simpatías estudiadas con la audiencia o algún tipo de patrocinador. Y por investigación, el proceso de experimentación y profundización en el lenguaje escénico. Así como su reivindicación como impulso y sustento del proceso artístico que cada artista emprende, y que pretende sea percibido y valorado por su audiencia a la hora de vincularse con la obra. Esta definición como cualquier otra es una parcela pequeña sobre una realidad escénica más compleja, pero nos ayuda a encauzar el contexto de nuestras reflexiones. Si miramos a las artes plásticas o a cierto tipo de cine que se ha etiquetado como "cine de autor" vemos que los criterios de riesgo e investigación se perciben claramente. Lamentablemente, en escena la palabra autor se refiere básicamente al dramaturgo/a, por tanto, excluimos esta palabra y la reemplazamos por creación escénica contemporánea, para entender el enfoque de nuestro interés.

EL CORAZÓN DEL DESASTRE I

políticas culturales y gestión en Madrid


Hablar sobre el modo en que se articula la gestión cultural de las artes escénicas en Madrid y el pensamiento político que hay detrás de ella, nos sitúa decisivamente en el corazón del desastre. Un desastre conocido, asumido e intencionadamente reforzado por las distintas raleas de instituciones, políticos y gestores que temporada a temporada se ocupan de alimentarlo.

Ya en la introducción del blog mencionamos que el desarrollo de la creación escénica en Madrid ha sido continuamente maltratado por la trinidad institucional que rige en esta ciudad: Ministerio de Cultura, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, y cómo esto ha condicionado de un modo decisivo la fluidez de su proceso artístico. Actualmente el daño se continúa ejerciendo de un modo alarmantemente radical por parte de estas instituciones, a tal punto que ha acabado por convertirse en una de las excentricidades más insólitas del panorama escénico nacional. Esto es una realidad conocida y lamentablemente asumida, es digamos, la hoja de ruta por la que transita hoy en día cualquier artista o compañía de creación escénica contemporánea que intenta desarrollar y exhibir su trabajo en Madrid.

Analizar este tema puede resultar bastante extenso y por su complejidad susceptible a la divagación. Para no perder el norte y por una cuestión de higiene lo dividiremos en dos áreas: forma y fondo, y crearemos un post para cada una.

Forma:


La idea de este post es evidenciar cómo está construida en la práctica la gestión cultural de las instituciones; su ámbito y forma de acción. También intentar aproximarnos a la posición que los artistas de creación escénica contemporánea de Madrid tienen dentro de este rascacielos.

Empecemos por la base. En Madrid existen tres grandes instituciones vinculadas a las artes escénicas: Ministerio de Cultura, Ayuntamiento de Madrid y Comunidad de Madrid. Con excepción del Ministerio que opera a nivel nacional, tanto Ayuntamiento como Comunidad se centran en el ámbito madrileño o perteneciente a esta Comunidad Autónoma. Cada institución opera desde sus propias oficinas y maneja presupuestos independientes. Además cada una de ellas se ocupa de la gestión, programación y mantenimiento de sus propios teatros que están presupuestaria y técnicamente generosamente dotados (con dinero público lógicamente).
En términos generales, estas instituciones desarrollan su actividad hacia el arte escénico en tres grandes apartados: apoyo, difusión y programación de las distintas compañías y artistas.
Desglosemos estos apartados para entender de lo que hablamos:

-Apoyo:
El apoyo como concepto puede ser muy amplio y políticamente tremendamente escurridizo (la difusión o programación según cómo se mire pueden ser formas de apoyo), por tanto, para hablar de él, vamos a centrarnos en una práctica institucional tangible: las subvenciones.
Estas tres instituciones destinan parte de su presupuesto en subvencionar a compañías y artistas para producción y gira de espectáculos por España y el extranjero. No vamos a entrar a valorar si es adecuado que una compañía produzca o exhiba sus trabajos con dinero público (tema muy discutido en el caso del cine), simplemente constataremos que hasta donde sabemos en Madrid la inversión de la empresa privada u otros particulares en apoyo a la creación escénica contemporánea es prácticamente inexistente. Es interesante destacar esto, ya que en otros ámbitos de las artes escénicas en Madrid sí hay inversión privada; patrocinadores y demás que permite que esas compañías puedan desligarse si quieren de la partida presupuestaria institucional, cuestión a la que la creación escénica contemporánea no puede acceder.
Bien, estas subvenciones se convocan de forma anual y en régimen competitivo, en teoría cualquier artista que reúna los requisitos que piden puede optar.
Si nos detenemos a analizar cualquiera de estas convocatorias (fácilmente descargables en la red) nos encontramos con una primera e ingrata sorpresa: los requisitos. Sólo para pensar en poder optar a solicitar una subvención el artista deberá hacer una cantidad enorme de trámites legales, sumado a la gran cantidad de exigencias artísticas necesarias para tener alguna posibilidad de que esa subvención sea concedida; trayectoria (cuanta más mejor), premios concedidos, críticas de prensa (¡en una ciudad en la que no hay crítica!), etc. Si un artista piensa en la cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo que debe hacer simplemente para entrar con su proyecto en convocatoria y lo sopesa con la posibilidades que tiene de que le concedan la ayuda, los criterios empresariales desaparecen y ya todo se transforma en una cuestión de fe, suerte, conjunción de astros (o de enchufes por supuesto).
Es desconcertante que los criterios artísticos para conceder subvenciones sean acumulativos (cuantas más obras mejor, cuantos más premios o notoriedad más dinero y apoyo le damos) ya que justamente compañías y artistas consagrados tienen muchas más posibilidades de producir sus trabajos con el patrocinio de distintas instituciones, (nacionales o internacionales) y si se nos apura, ni tan siquiera recurrir a convocatorias públicas locales para financiarlos. Basta ver el apartado de apoyos de los programas de mano de compañías reconocidas para darse cuenta.
Desde una perspectiva burocrática las subvenciones están perfectamente meditadas, son cubo de acero al que acceden sólo quiénes entienden el calibre del juego, y en ese juego el idealismo artístico pinta bastante poco. Lo que la institución exige antes que nada es que el artista o compañía que solicita dinero público maneje con soltura criterios de empresa, y que sobre todo esa empresa sea lo más grande posible; muchos trabajadores, muchas nóminas, pagos a la seguridad social, impuestos retenciones, etc. El dinero sale de las arcas públicas pero desde luego se aseguran que una gran parte regrese por medio de estos mecanismos.
Pero lo que desarma de forma instantánea el castillo de naipes de las exigencias institucionales es darse cuenta que las convocatorias de subvención ¡no tienen una fecha fija para ser publicadas! Un año se convocan en enero, al siguiente en abril o en otro tranquilamente en julio. Es decir, se piden una serie de requisitos legales y empresariales para que un artista pueda optar a una ayuda, pero luego la institución es incapaz de cumplir con un calendario básico de convocatoria.
Es fácil deducir que una empresa (lo que se pretende que sea un artista que solicita subvención) que no pueda tener una certeza calendarizable del dinero del que dispone, no pueda prosperar como tal. Dicho en dos palabras: la institución se protege (y de paso se quita trabajo) con mil millones de filtros, pero se desentiende abiertamente de las consecuencias prácticas que estos filtros generan.
Por otra parte, la forma en que está construido todo este sistema de subvenciones dispara automáticamente una pregunta: ¿y qué pasa con el arte emergente? Resulta difícil imaginar que un artista que empieza tenga la capacidad burocrática y gestora (además de artística claro) para abordar un temazo de estas dimensiones. O su padre es contable, su madre abogado y su tía gestora cultural, o francamente hay que echarle valor. Es bastante evidente que con los criterios usados en las subvenciones el 99 % de las compañías o artistas emergentes quedan eliminados de un plumazo. Según lo que se extrae de estas convocatorias sus posibilidades de obtener un apoyo son nulas. Esto además de gravísimo es imperdonable.

También gracias a la red se puede acceder a las partidas que se han concedido en distintos años a artistas y compañías. Si medimos el valor que la institución da a la creación escénica contemporánea en Madrid desde esta perspectiva, se podría afirmar que ni siquiera llega a la categoría de migaja.
La institución es política, y la política cultural es muy escurridiza, pero cuando tenemos cifras delante, se consigue ver con claridad la forma y el fondo de sus decisiones, y es evidente que hacia la creación escénica contemporánea madrileña éstas rozan descaradamente la humillación.

-Difusión:
A nivel positivo poco se puede decir en cuanto a la difusión que la institución hizo o está haciendo de la creación escénica contemporánea de Madrid.
Hagamos un pequeño esquema histórico para entender de lo que hablamos.
Hasta donde sabemos el fenómeno de creación escénica madrileña cuajó de forma visible a principios de los noventa con una generación de artistas que trabajaban tanto en danza como en teatro. En términos de número, este fenómeno en vez de decaer se ha multiplicado, y actualmente hay bastantes compañías y artistas que han comenzado a exhibir su obra a principios o mediados del 2000. Dicho a grandes rasgos tendríamos dos generaciones: 90 y 2000.
De la generación de los 90 se puede decir que actualmente muy pocos de sus representantes continúan ejerciendo su actividad en Madrid. La mayoría ha emigrado, y los que no, siguen desarrollando su trabajo prácticamente en las mismas condiciones (en relación con la institución) que en sus inicios.
Es una realidad conocida que la trinidad institucional ha hecho lo humanamente posible por complicar el trabajo de estos artistas y que ha blindado todos sus mecanismos de difusión para que sea prácticamente imposible tener una constancia de su trabajo. El único plus que esa generación tuvo en su momento es que al menos contaban con el apoyo de dos de las salas alternativas más importantes en ese momento. Esto permitía que afortunadamente su obra se pudiera exhibir con regularidad y con el compromiso aparentemente serio de los propietarios de estas salas. Algunos de estos artistas han alcanzado una notoriedad considerable
(principalmente los que emigraron) pero ello no ha supuesto en absoluto que la institución modificara su determinación de darles la espalda.
La generación que hemos llamado del 2000 se encuentra con unos criterios institucionales idénticos, e incluso podríamos decir que tristemente depurados, pero además se topan con otro obstáculo: esas salas alternativas que antes apoyaban la creación contemporánea ahora no quieren saber nada, se han hecho fuertes y no quieren exponerse a que quien los financia se disguste por lo que programan. El mantenimiento del chalet y el todoterreno es prioritario, nada de correr riesgos, nada de rarezas (este tema ya lo desarrollamos en un anterior post). Por tanto, lo que actualmente tenemos es más compañías y artistas enfrentándose a la misma hostilidad, pero con las salas alternativas dándoles la espalda, sumado a las nuevas generaciones de gestores culturales a los que la situación les supera, o francamente les importa un pimiento, y un público que gracias a un esfuerzo desmesurado de desinformación no se ha enterado de nada, y por supuesto una institución que se ve fortalecida observando como puede arrasar con procesos culturales sin despeinarse.
Pero volvamos a nuestro tema. ¿Qué es esto de la difusión? ¿Cómo puede una institución difundir a un artista, compañía, espectáculo, corriente, etc.?
Una institución maneja partidas presupuestarias que se distribuyen a las distintas áreas o departamentos encargados de tal o cual actividad. Estos departamentos como cualquier grupo de trabajo deben cumplir con unas obligaciones y objetivos de acuerdo a unos lineamientos previamente definidos. La cuestión es que hasta donde sabemos, ninguna de estas instituciones ha manifestado de forma pública que la creación escénica contemporánea no entra dentro de su ámbito de acción (¡sólo faltaría eso!), de hecho, en muchas de las convocatorias a subvención declaran abiertamente como uno de los criterios para apoyar un trabajo: "el grado de riesgo e innovación", y cada vez que pueden se jactan de su compromiso con la contemporaneidad y bla, bla. Podríamos decir que la parte visible de la difusión que la institución hace son los premios, becas, publicaciones, menciones, promoción en prensa, webs informativas, encuentros, charlas, intercambios, etc. Pero existe además toda una parte invisible para el espectador que son los congresos, encuentros de programadores, conexiones internacionales, redes y todo lo que un funcionario bien posicionado esté dispuesto a inventar, coordinar y gestionar.
Está claro que si cualquiera de estas instituciones se propone dar a conocer el trabajo de una compañía o artista lo consigue sin demasiado esfuerzo. Pero la realidad es que desde sus inicios y hasta la actualidad, la institución no ha intervenido lo más mínimo en la difusión de ninguno de los artistas de creación escénica contemporánea madrileña (salvo contadísimas excepciones que por minoritarias sólo se pueden calificar como rarezas dentro de un comportamiento embrutecidamente excéntrico).¿Entonces qué podemos pensar? O en Madrid la gestión cultural la realizan una horda de analfabetos descarados, o quienes toman las decisiones gordas tiene un problema de sectarismo cultural digno de análisis siquiátrico (probablemente sean las dos cosas).
Como mencionamos arriba, no es que hablemos de unas instituciones que bueno… de vez en cuando echan una mano, hacen lo que pueden, intentan mejorar... hablamos de 19 años de sistemático silencio, indiferencia, entorpecimiento y una hostilidad que ha tenido consecuencias catastróficas y desde luego incomprensibles para cualquier ciudadano con una sensibilidad normal.

-Programación de las distintas compañías y artistas:
Hace tiempo se publicó una entrevista de un conocido director de teatro alemán que además en ese momento se encargaba de la gestión de un consagrado teatro en Berlín. Entre otras cosas este señor afirmaba que lo único importante para que un teatro (y el teatro) funcione bien es que haya dinero, cuanto más mejor. Obviemos el cinismo de esta afirmación y trasladémosla en bloque a las instituciones culturales madrileñas ya que parece encajar perfectamente en su práctica escénica.
A simple vista se podría decir que en Madrid dinero disponible para artes escénicas no falta, o al menos esa es la impresión que se nos quiere transmitir si se observan los distintos espacios escénicos que las instituciones patrocinan y financian. Esta impresión se ve reforzada al constatar cómo en estos años estas instituciones se han volcado compulsivamente a la construcción de infraestructuras culturales titánicas, ocupando todo tipo de naves, derrumbando antiguos teatros y levantándolos nuevos o remodelándolos por completo.
Seguramente si este director alemán se diera un paseo rápido por las distintas instalaciones de estos teatros, se frotaría las manos y sonreiría, igual que lo hizo el político de turno, los arquitectos, constructores y por supuesto los directores a los que se les ha encargado el millonario honor de dirigir y gestionar esos espacios.
La realidad es que actualmente en Madrid las instituciones tienen teatros a destajo, perfectamente dotados y con todas las facilidades para funcionar, y funcionar bien.
Como no podía ser de otra forma, esta sobreoferta de infraestructuras a puesto en evidencia y propulsado (aún más si cabe), la obscenidad con que opera la trinidad institucional de esta Comunidad Autónoma.
Pero veamos con más detalle de lo que estamos hablando.
Hemos indagado en Internet para intentar construir un pequeño esquema de cómo está dividido el pastel institucional en relación a los espacios escénicos y también las actividades de programación que principalmente llevan a cabo.
Por supuesto puede haber errores ya que no siempre la información vía web es transparente, y desde luego transparencia e institución son incompatibles.

- El Ayuntamiento de Madrid lleva embarcado unos años en proyectos culturales francamente llamativos. Reconocemos su huella por el insistente logotipo que nos grita ¡ MADRID! sobre un fondo azul.
A nivel escénico podemos decir que actualmente está involucrado en:
Teatro Fernán-Gómez, Teatro Español, Naves del Español y también está vinculado a infinidad de centros culturales distribuidos por toda la ciudad.

1. El Teatro Fernán-Gómez es un espacio con una ubicación privilegiada (Plaza de Colón) que combina programación convencional de teatro, con teatro para niños, y últimamente pujan con fuerza por el teatro para bebés. La creación escénica contemporánea es inexistente en sus salas, salvo cuando, por requerimientos del Festival de Otoño permiten que acceda una que otra compañía (siempre consagrada por supuesto). ¿Reúne los requisitos técnicos y espaciales para programar creación escénica contemporánea?: Sí. ¿Su ubicación facilita la asistencia de público?: Plaza de Colón, qué duda cabe.

2. El Teatro Español símbolo hasta hace poco del más rancio hermetismo ha pegado un giro notable. También tiene una ubicación privilegiada (Plaza Santa Ana) y cuenta con el teatro principal, perfectamente dotado (y hasta diríamos que "bonito"), más una sala anexa al estilo sala alternativa de la que por supuesto se han cuidado de no crear asociaciones peligrosas y en un derroche de creatividad sin precedentes han llamado “Sala Pequeña”. Decíamos que ha pegado un giro notable porque en relación a años anteriores hay que reconocer que han hecho un esfuerzo por salir del féretro y mantener cierta conexión con el entorno. Su programación en comparación a la anterior gestión ha mejorado. Oscila entre el teatro, la danza y la música. En general parece existir una intención de contemporaneidad. Pero por supuesto allí no se asumen riesgos, contemporáneo pero sin excesos, sin olvidar que gran parte de su programación la ocupan los propios montajes que el director del Español lleva a escena (por ahora sin comentarios, ya hablaremos sobre esto). Creación escénica contemporánea madrileña: cero.

3. Las Naves del Español forman parte del titánico proyecto Matadero.
Como dice su nombre son “Las Naves del Español” esto significa que la gestión y programación corre por cuenta de nuestros amigos del Teatro Español. Caciquismos aparte, el resultado objetivo que vemos es: textos clásicos (fundamentalmente tragedias griegas) adaptados a una “sensibilidad contemporánea” (ciberedipos y cosas de ese tipo). Creación escénica contemporánea de momento sólo por mediación del Festival de Otoño.
El espacio desde luego no tiene desperdicio, encaja perfectamente con lo que se podría imaginar como un espacio en condiciones para la exhibición de creación escénica contemporánea en Madrid. Pero lamentablemente esto no está ocurriendo y es evidente que afecta a la coherencia del conjunto del proyecto Matadero. Digamos que la programación de Las Naves del Español sería algo así como colgar láminas de cuadros de El Greco en un stand de ARCO. No sabes si echarte a llorar, plantarte una bolsa de papel en la cabeza o salir corriendo.

Otra actividad patrocinada por el Ayuntamiento de Madrid es la programación de danza y teatro en distintos centros culturales. Se organiza en torno a dos programas: Distrito Artes y Circuito Artes. En el primero la programación es semestral y objetivamente no merece que dediquemos ni un segundo a analizarla. Circuito Artes es un programa bastante mamón que consiste en que cuatro o cinco compañías residentes en estos centros culturales (los amiguetes del programador de turno) vayan mostrando sus obras de un centro cultural a otro.

- El despliegue en infraestructuras de la Comunidad de Madrid es incluso superior al del Ayuntamiento: Teatros del Canal, La Abadía, Teatro de San Lorenzo del Escorial, Real Coliseo Carlos III, Corral de Comedias de Alcalá de Henares, Centro Comarcal Sierra Norte, Centro Cultural Paco Rabal, Centro Cultural Pilar Miró e infinidad de auditorios. Realmente es difícil hablar sobre los teatros en los que participa la Comunidad de Madrid ya que corresponden a una realidad escénica tan polvorienta que la verdad es que en muchos de estos espacios no hemos puesto un pie en nuestra vida. Hablaremos de los que tenemos referencia, el resto sirve para constatar, al menos por número, que desde luego a esta institución medios no le faltan.

1. Es bien sabido que entre Ayuntamiento y Comunidad hay un frente de lucha abierto que por supuesto se ve reflejado en sus acciones en cultura. Esta rivalidad parece ser el origen de los Teatros del Canal, (el Ayuntamiento crea Matadero, la Comunidad Canal) un proyecto recién salido del horno del que se sabe muy poco. Dos cosas tenemos claras: que se han gastado una millonada, y que la programación de momento es lo que todos esperábamos; previsible, convencional y tediosa.

2. La Abadía es un espacio de gestión privada que cuenta con el patronato (o algo así) de la Comunidad de Madrid y que también se ocupa de la gestión del Corral de Comedias de Alcalá de Henares. Imaginamos que esto del patronato es una especie de escudo de intocabilidad, un ”yo te protejo pero tú me das” frente al desparpajo y mal hacer institucional. Su relación con la creación escénica contemporánea madrileña es inexistente.
Lo que La Abadía programa en el Corral de Comedias es de corte clásico.

Poco más sabemos del resto de espacios en los que participa la Comunidad de Madrid, de lo que estamos seguros es que en ninguno se programa creación escénica contemporánea madrileña. Suponemos que también por esa rivalidad con el Ayuntamiento en los Teatros del Canal acabarán programando algo, seguramente también dentro del contexto del Festival de Otoño. Habrá que esperar.
La actuación de La Comunidad abarca también la organización y programación de la Red de Teatros. Es un evento trimestral que hace que distintas compañías presenten sus trabajos en teatros y auditorios de la periferia de la ciudad y en pueblos pertenecientes a esta Comunidad Autónoma. Esta red lleva bastante tiempo funcionando y hasta donde sabemos allí creación escénica contemporánea no ha entrado jamás.

No sabemos quién le copió la idea a quién pero la Comunidad también tiene un programa de compañías residentes distribuida en distintos ayuntamientos, está fundamentalmente centrado en danza, pero danza de esa que no rompe un plato (más bien deposita su pie en punta sobre él y se dedica a girar).
En las oficinas de La Comunidad se gestan además distintos festivales: Madrid en Danza, Suma Flamenca, Festival de Otoño. Madrid en Danza ofrece una combinación de todos los estilos y escuelas posibles de la danza, con excepción claro, de todo lo que tenga que ver con creación escénica contemporánea. Suma Flamenca es flamenco a saco y el Festival de Otoño es una de las contadísimas excepciones en las que vemos creación escénica contemporánea. Este milagro lleva poco y se nos presenta de forma tímida e irregular.

Comunidad y Ayuntamiento en su afán competitivo también coinciden en una práctica anual que sólo se puede calificar como derroche millonario, son: “Las Noches” (en blanco y de los teatros).
Parece evidente que en sus oficinas hay una atracción irresistible hacia el derroche verbenero, esto explicaría lo poco que ha tardado el Ayuntamiento en apuntarse a la caótica y febril Noche en blanco. Un proyecto que más allá de las opiniones individuales cuesta una millonada (en la edición de este año algo más de un millón de euros), y que recuerda bastante a lo que se convierte el centro de Madrid en navidades: manadas impenetrables de gente abriéndose paso a codazos.
Algún defensor de este evento objetará que son varias ciudades europeas las que lo realizan, no solo Madrid. Ya, pero es que aparte de La noche en blanco, La Comunidad de Madrid no se deja eclipsar y se ha inventado La noche de los teatros, un evento de iguales características (y seguramente presupuestos) que ocurre unos meses más tarde y que va sucedido por otro aún más singular patrocinado por ellos al que han llamado ¡La noche de los libros! ¿Excesivo no?
Nos referimos a estas nochecitas porque observamos que es de los pocos eventos promovidos por la institución en los que se programa creación escénica contemporánea madrileña (aunque ya cada vez menos, como era de esperar). A nuestro entender este tipo de iniciativas generan varios problemas.
Políticamente lo que se pretende hacernos creer es que en esa noche el ciudadano hace suya la ciudad, rehabita las calles a través del arte. Pero en una ciudad como esta, en la que justamente la vida se hace en gran parte en la calle, lo único que se consigue es rehabitar lo rehabitado. ¿Socialmente lo necesitamos?
El lema que hace que la gente acuda en manada es que los eventos son gratis, pero si gratis supone soportar colas a tiempo indefinido y luego ver un 5% del espectáculo, desde luego el espectador acaba pagando con creces en calidad de vida lo que no desembolsa en precio de entrada. Además al ofrecernos las actividades de forma gratuita parece que de alguna forma compran nuestra capacidad crítica, ya se sabe a caballo regalado...
Obsceno es una forma suave de calificar una iniciativa que se permite desembolsar tanto dinero y que luego escamotea euro a euro los presupuestos a creación contemporánea el resto del año. Por otra parte, hay que desconfiar de cualquier iniciativa cultural que permita que políticos y gestores puedan colgarse instantáneamente medallas. Demasiado fácil: cientos de artistas, la ciudad transformada, mucho ruido, arte, arte y más arte. De cara a la galería estas señoras y señores quedan como reyes; justifican la inconsistencia de todo un año en una noche, con un evento sustentado en el exceso del cual resulta imposible disfrutar y analizar nada. Realmente al final no queda nada, porque el objetivo no es ese, el objetivo es que ocurran 70 cosas a la vez pero ninguna en realidad. El vacío acaba imponiéndose irremediablemente al exceso de estímulos. Y este vacío cuesta una millonada.

-Y para acabar nos queda El Ministerio de Cultura. Está institución está vinculada a: Teatro de la Zarzuela, Teatro Pavón y Centro Dramático Nacional (teatros María Guerrero y Valle-Inclán).

1. La Zarzuela combina básicamente programación de Zarzuela (claro) con música de cámara. También programa danza de compañías consagradas y protegidas por el propio Ministerio (Compañía Nacional de Danza, Ballet nacional de España, etc.). Evidentemente preferirían cerrar el teatro antes que dejar que una compañía de creación escénica contemporánea de Madrid actuase en él.

2. El Teatro Pavón está destinado exclusivamente a la programación de teatro clásico representado por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, otra iniciativa de la que se encarga el Ministerio.

3. El Centro Dramático Nacional es objetivamente uno de los que debería ocuparse (si Madrid fuese una ciudad normal) de atender al desarrollo de la creación escénica contemporánea madrileña. Pero la realidad es que no. Allí, al igual que en el Teatro Español, gran parte de su programa lo ocupa las obras que el propio director de este espacio monta. Es verdad que, como sugerimos en un anterior post, de vez en cuando parecen esbozar una intención hacia algo, pero es irregular, mal explicada y abiertamente caprichosa. Y esto más que estimular, produce indignación y desconcierto.

¿Fuera de todos estos espacios institucionales qué queda? Bueno hay infinidad de teatros de gestión privada o semiprivada en los que se programan musicales, versiones en castellano de taquillazos de Broadway, textos más o menos resultones de autores nacionales y en fin, todo lo que se pueda esperar que una ciudad grande pueda ofrecer. También está la programación de nuestras amigas y amigos de las salas alternativas claro.
¿Entonces, dónde se puede ver creación escénica contemporánea de forma regular en Madrid? Actualmente nos parece que sólo en La Casa Encendida (y con limitaciones). Sabemos que este hecho disgusta a muchos, principalmente por dos razones: sus espacios de exhibición para artes escénicas no son adecuados. Y luego eso de que pertenezca a un banco dispara toda clase de susceptibilidades; no gusta. Pero si las instituciones no desempeñan el papel que les corresponde ¿qué se puede hacer? Es interesante no olvidar que estas instituciones son organismos políticos, y política y banca en el fondo ¿no son exactamente lo mismo? Posiblemente algún gestor de estas instituciones públicas recurre a este argumento para disculpar su soberana estupidez. Nosotros simplemente constatamos un hecho.

Con tanto desglose este post se ha alargado demasiado, cerremos de una vez. Pensamos que la descripción del papel que la institución desempeña a nivel práctico en torno a la creación escénica contemporánea de Madrid ya está suficientemente detallado. Vamos a ser positivos y lo calificaremos como CERO.
Queda pendiente ahondar en las motivaciones políticas, intentar comprender los porqués de esta actuación. Este será el tema del próximo post.


reflexión del día:

Cada ciudad recibe la cultura que se merece.
Mentira.
Simplemente nos empeñamos en respetar el trabajo
que nos meten a cucharón estas gentes.
Objetivamente es muy dudoso que tengan la preparación,
capacidad, y sobre todo,
apertura mental para gestionar una realidad cultural amplia.
Una realidad que tratada con ecuanimidad
al menos puede contribuir a que esta ficción que llamamos
CULTURA
no se caiga constantemente a pedazos.

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