reflexiones sobre creación escénica contemporánea

Arrancamos este blog delimitando cuál es el tipo de creación escénica sobre la que dirigiremos nuestra atención.

Entendemos por creación escénica contemporánea aquella que se desarrolla esencialmente desde dos parámetros: riesgo e investigación. Por riesgo entendemos el asumir decisiones escénicas de carácter estético, social o conceptual, por encima de certezas económicas o simpatías estudiadas con la audiencia o algún tipo de patrocinador. Y por investigación, el proceso de experimentación y profundización en el lenguaje escénico. Así como su reivindicación como impulso y sustento del proceso artístico que cada artista emprende, y que pretende sea percibido y valorado por su audiencia a la hora de vincularse con la obra. Esta definición como cualquier otra es una parcela pequeña sobre una realidad escénica más compleja, pero nos ayuda a encauzar el contexto de nuestras reflexiones. Si miramos a las artes plásticas o a cierto tipo de cine que se ha etiquetado como "cine de autor" vemos que los criterios de riesgo e investigación se perciben claramente. Lamentablemente, en escena la palabra autor se refiere básicamente al dramaturgo/a, por tanto, excluimos esta palabra y la reemplazamos por creación escénica contemporánea, para entender el enfoque de nuestro interés.

BALBUCEOS Y SILENCIOS

crítica y medios de comunicación


No hace falta ser muy observador para darse cuenta que la sintonía de la crítica y los medios con la creación escénica contemporánea de Madrid es bastante dudosa. Esto supone un problema que es necesario analizar. Dividimos este post en 2 apartados; crítica y medios.

 
crítica
-¿Columnas?

No recordamos cuando fue la última vez que leímos en un periódico un texto crítico mínimamente trabajado sobre una obra que estuviese en cartel. Semana a semana los buscamos pero no encontramos nada. ¿Qué pasó con nuestras amigas y amigos críticos? ¿Se han acogido a un voto de silencio, o es que han dado un salto evolutivo aún incomprensible para los no iniciados? Les daremos un voto de confianza y pensaremos que todos los jefes de la secciones de cultura se han reunido para decidir por unanimidad reducir a la NADA el espacio dedicado a artes escénicas en sus periódicos.
Vista la situación actual, es lógico preguntarse si podemos continuar utilizando la palabra crítico, o para ser justos y hacer que el lenguaje se adecue a la práctica, debemos sustituir crítico por comentarista, o transcriptor de información, como una definición que se acerca de un modo bastante más real a lo que los lectores de la sección cultural de espectáculos estamos recibiendo. En términos generales lo que nos están ofreciendo como crítica, son descripciones esquemáticas, correctas y radicalmente desapasionadas de tal o cual obra. De análisis nada, de profundización en aspectos que nos puedan aportar alguna referencia, para que como potenciales espectadores decidamos a acudir o no a ver el trabajo, nada. Simplemente comentarios descriptivos y sobre todo notas de prensa. Como público el perjuicio que provoca esta situación es importante, pero para el arte escénico esto supone un disparo directo a la sien.
Ahora si en Madrid la práctica de la crítica se sostiene por la ley del mínimo esfuerzo, en lo que a creación escénica contemporánea se refiere ni siquiera llega a eso. Pero volveremos a dar un voto de confianza a nuestras amigas y amigos críticos y pensaremos que detrás de esta nulidad no hay una intención boicoteadora expresa o un desinterés consumado. Hoy hace un día soleado, no nos compliquemos, disfrutemos pensando que si les dejarán escribir, seguramente lo harían, que entienden la importancia que su silencio genera en la vitalidad de la escena actual.
Pretender que los espectadores acudan, analicen, critiquen y recomienden una obra sin ninguna referencia o apunte que les facilite la tarea; es demasiado. La crítica es una referencia indispensable, un puente entre espectador y artista, un modo de hacernos ver que la actividad escénica es una parte viva del movimiento social.
Hace algún tiempo se nos machacaba con que las artes escénicas estaban en crisis, ahora nos dicen que es el cine el que está. Si hay un aspecto que pone el arte en crisis es delegarlo exclusivamente a artistas y público.


Por otra parte, hay que considerar que la gran mayoría del público adecua sus criterios de aceptación de tal o cual arte o tal o cual artista, a instancias institucionales externas. Para mucha gente un artista o una corriente tiene validez a partir de que x institución cultural diga que lo tiene. La voz pública de las instituciones (su palmadita en la espalda de los artistas) son los premios, las retrospectivas, las medallas, etc. El problema es que estos procesos son extremadamente aleatorios, además de estar condicionados por circunstancias que van mucho más allá de la propia práctica artística, y que tienen que ver con cuestiones políticas, jerárquicas, económicas...
En el caso concreto de Madrid, el problema se agrava ya que "la voz" de las instituciones es extremadamente débil y confusa, van dando palos de ciego por aquí y por allá. Cuando les toca enfrentarse con la creación escénica contemporánea recurren al manual del funcionario y asumen una actitud abiertamente beligerante. El mundo institucional sabe que hay artistas trabajando desde otra perspectiva, pero optan por hacer como que no se han enterado o como si este modo de hacer fuese una fiebre pasajera, una salida de tono puntual. Las palabras no aparecen porque si, cuando en esta ciudad se menciona "lo alternativo" sabemos que connota lo no oficial, no avalado, dudoso...
En este contexto tan estimulante la crítica juega un papel decisivo. Es una referencia que mucha gente valora y que puede tener una repercusión inmediata en la visibilidad (y en un estado ideal), en la profundidad del proceso entre el artista y su entorno e ir más allá del determinismo institucional.
Mientras las instituciones no readapten su esquema de gestión (su pensamiento de fondo), la práctica artística requiere desesperadamente de una complicidad con los medios y la crítica.

Ahora con respecto a la crítica hay que ser realistas, sin cierto grado de complicidad conceptual y estética, la sintonía entre crítico y artista es bastante compleja. La visión tradicional sobre lo que son y deben seguir siendo las artes escénicas tiene un magnetismo fagocitador muy fuerte (en Madrid no os podéis imaginar hasta qué punto). En este sentido es esencial un desarrollo paralelo a nivel medios y teoría que permita enraizar con naturalidad otras visiones sobre las artes escénicas y conseguir liberarlas de la insoportable etiqueta de lo marginalmente alternativo, y del espectro peyorativo que en Madrid esta definición conlleva.
Creemos que no es delirar pretender que en los periódicos se le conceda un espacio al arte escénico ¿no lo tienen la literatura o las artes plásticas? Y sobre las columnas de crítica de espectáculos, poder leerlas con regularidad nos parece lo mínimo ¡Es que son total y absolutamente indispensables!


- ¡Revistas sobre artes escénicas!
Otra área importante en prensa escrita la ocupan las revistas especializadas en teatro y danza.
Nos parece que la impresión general que dan estas publicaciones es fea. Ahora en el caso de las revistas de danza esta fealdad decididamente roza lo humorístico. Estas publicaciones se caracterizan por poseer una marcada estética años 80 que no sabemos si interpretar como un ejercicio de nihilismo, una provocación radical, o un experimento sociológico extremo sobre la capacidad del ser humano para precipitarse al vacío vestido con mallas. Si nos guiásemos solamente por las fotos, objetivamente no sabríamos distinguir si estamos ante una publicación de patinaje artístico o mirando los créditos de un disco de Milli Vanilli. Número a número sus redactores demuestran estar obsesionados con la estética de los primeros vídeoclips de Madonna, en el mejor de los casos, o de los New Kids on the Block en el más habitual.
En cuanto a contenidos la situación es indignante. El grado de frivolidad de las entrevistas y reportajes es máximo. Nos presentan la danza como un conjunto de figurines sudados dedicados exclusiva y neuróticamente a hacer piruetas y no perder ni un milímetro de flexibilidad en su cuerpo. Todo el sustento teórico gira en torno al yugo que el coreógrafo/a de turno ejerce sobre todo su equipo, y detrás no hay nada. Curiosamente las referencias a creación escénica contemporánea son más abundantes que las que aparecen en las publicaciones teatrales. Pero lo que cabe preguntarse es si estas referencias en vez de ayudar, pueden volverse contraproducentes para los artistas al englobarlos en un perfil que imaginamos les debe aterrorizar. Y como en el fondo no contextualizan ni explican por qué tal o cual artista hace lo que hace, de poco sirve su mención.

Pero si las revistas de danza evocan los 80, las de teatro sitúan su mirada mucho más atrás. Poseen una especie de atemporalidad arqueológica que las desmarca abiertamente de cualquier atisbo de contemporaneidad. Están decididamente ahogadas en un acartonamiento nostálgico francamente deprimente. En cuanto a contenido, (que es lo que realmente nos interesa) sus redactores insisten compulsivamente en querer convencernos que la totalidad de la práctica teatral gira en torno a la figura del dramaturgo. Presentan el teatro como un remake inagotable de un puñado de autores, y en su rama más purista, simplifican la teatralidad en una única y exclusiva figura: W. Shakespeare ¡Todo empieza y acaba en W. Shakespeare!
Este modo de hacer recuerda a los tiempos del cole, en el que en un esfuerzo titánico por guillotinar la cultura, se nos intentaba convencer que la pintura del siglo 20 fue Picasso, la poesía Lorca y Juan Ramón Jiménez, y el teatro como única excepción atemporal y anglosajona W. Shakespeare. Cabría preguntarse el rol que ocupa la mujer en este dudoso telegrama sobre historia del arte, este es el gran tema. Quién se interese por el arte puede percibir la mutilación exclusivista que sobre él se ha ejercido. Pero en el caso del arte femenino, sólo el hecho de identificar las trayectorias de su trabajo, supone un esfuerzo de investigación especializada realmente complejo.
Resulta incomprensible esta obstinación por querer convencernos que el teatro es una rama de la literatura, pero aún más cuando esa rama parece más bien un brote, ya que los autores y los textos a los que se refieren, no pasan de un número muy reducido. Por supuesto, en sus páginas las referencias a creación escénica contemporánea madrileña oscilan entre lo estrictamente necesario y lo inexistente. Prima un tono de desconfianza, incomprensión y hasta desprecio en los escritos que aparecen. Se persiste en una negativa sistemática a aceptarla y cada cierto tiempo se arremete contra tal o cual artista sin ningún tipo de contemplación.

Nos interesa destacar el tono general que estas revistas transmiten, dejar ver el epicentro de lo que recibimos como su pensamiento. Llevamos demasiado tiempo esperando que algo ocurra en sus redacciones. Después de tanta espera, el insistente anquilosamiento que recibimos nos crispa. La desconexión extrema que tienen con la contemporaneidad del arte escénico, muestra claramente la enorme cantidad de trabajo que hay que hacer para normalizar la salud de la creación y hacer que tenga un mínimo atractivo para que sus seguidores no tiren la toalla.
Que el arte escénico pulse en consonancia con su tiempo es una labor de la cual las publicaciones no pueden desentenderse. La perpetuidad acartonada y el amaneramiento ochentero que insisten en ofrecernos hacen que interesarse por estas revistas sea un esfuerzo digno de no realizar.


Luego en Madrid cada vez hay más publicaciones gratuitas sobre cartelera, actrices y actores y bla, bla. Son micronegocios sustentados por la idea de que el único punto de comunicación que puede llegar a soportar el ciudadano actual es el ocio a palo seco.
Sería deseable, por no decir fundamental, que aparezca una publicación regular sobre arte escénico contemporáneo que adecue su contenido y estética al interés presente del público.

medios de comunicación
Con el tema de los medios (TV y Radio) no nos vamos a extender demasiado, sobre ellos se puede decir muy poco en cuanto a nuestro asunto. Nos atreveríamos a poner la mano en el fuego si dijéramos que en 20 años de TV las menciones a creación escénica contemporánea madrileña se pueden contar con los dedos de una mano, aunque la verdad es que actualmente cualquier referencia a artes escénicas en general es mínima. La TV está en lo que está y por ahora es difícil que esto cambie. Sería muy reiterativo insistir en la influencia que tiene este medio en los tiempos que corren. Está claro. Quizá lo único destacable de la TV es el modo tan particular que tienen de presentarnos las artes escénicas. Todo lo referido a ella se nos muestra como una horterada grotesca muy difícil de digerir. Observar con cierta distancia las imágenes que raramente muestran sobre teatro o danza, produce la sensación de estar viendo una película experimental de dibujos animados. Los personajes hablan de cosas incomprensibles, gritan, gesticulan, hacen piruetas, se mueven y piensan en un tiempo enrarecido en el que nosotros como espectadores no comprendemos nada, (y si lo comprendemos preferimos hacer como que no). Todo suena afectado, rígido y fundamentalmente tedioso (quién haya tenido el aguante de ver alguna entrega de los premios Max seguramente entienda de lo que estamos hablando). Habría que imaginar qué pensará un amante de la danza y el teatro que vea el canal internacional en el extranjero. Uy, uy, uy...
Por eso con este tema no nos vamos a extender, pretender hoy por hoy que la TV sintonice con la contemporaneidad de las artes escénicas madrileñas sería exageradamente ingenuo. Simplemente nos referiremos al único programa de TV que conocemos dedicado exclusivamente a teatro y danza.
Consiste en unos 20 ó 30 minutos de microclips sobre de todo un poco, un especie de zapping cultural dirigido a cualquiera que haya bebido más café de la cuenta y a esas horas de la noche no tenga nada peor que hacer. Quienes dirigen aquello parecen decididos a que quién se ponga delante del televisor no se entere de nada. Lo que nos muestran es tan caótico y carente de fondo que solo se puede concluir que estamos ante un nuevo ejercicio de balbuceo y pasmo, es decir, mirando la sonrisa estúpida de la NADA.
Sobre la radio no nos atrevemos a comentar demasiado. Desconocemos si existe algún programa de artes escénicas interesante. Alguna vez hemos oído que se mencionaba algo sobre danza y teatro, pero débil y orientado hacia lo comercial. Insistimos, sobre la radio seremos cautos ya que no podemos valorar con certeza. Si alguien sabe más que nos diga.
Cerramos esta panorámica de crítica y medios con una observación. Nos damos cuenta que en Madrid se están gastando unas cantidades enormes de dinero en abrir y renovar teatros y toda clase de espacios culturales. La pregunta es, ¿para qué?
Si esta gente piensa que la vitalidad de la cultura se resuelve solamente con dinero e infraestructuras, mal vamos.
No somos expertos en teatro polaco o colombiano, pero dudamos que su consistencia se deba a fondos económicos jugosos, o a espacios escénicos mesiánicos.
La solidez y vitalidad de las artes escénicas radican en el entendimiento de su necesidad como fenómeno social y en la comprensión de la fragilidad que ellas tienen. No es una cuestión de euros o ladrillos dorados, es algo que tiene que ver con la colectivización del pensamiento y con la convicción de que su existencia tiene sentido y no que es una patata que estamos obligados a tragar.
Ya va siendo hora que se deje de decir que todo es maravilloso. Si las personas vinculadas al análisis y difusión de la cultura tienen un mínimo aprecio por el arte escénico madrileño, es necesario que comiencen a reaccionar y que entiendan que la gravedad de la situación actual requiere acciones constantes, visibles, y meditadas.

Respecto a los artistas, en el anterior post comentábamos la importancia que en creación escénica contemporánea tiene el acostumbramiento de la mirada. Hay infinidad de aspectos en los trabajos que un espectador no especializado no tiene por qué manejar, y que resultan indispensables si se quiere percibir la propuesta artística en su totalidad. De poco sirve ver creaciones y creaciones si no tenemos un mínimo diagrama de las fuentes y referencias que hay detrás. Aportarlas no es tarea exclusiva de los artistas o las personas que organizan la presentación de la obra, hay una serie de instancias intermedias que deben estar presentes. Su ausencia como es lógico provoca situaciones incómodas y absurdas. El público ante la falta de información se pierde o piensa que le están tomando el pelo, el artista también se pierde y por supuesto pierde el interés del público. Se nos ocurren bastantes ejemplos de situaciones decididamente patéticas que han ocurrido en Madrid por esta especie de pacto sagrado que la crítica y los medios tienen con el analfabetismo.
Las artes escénicas contienen la inmaterialidad del momento presente, en el directo radica su fuerza pero también su fragilidad. Si suprimimos la reflexión en torno a ellas esta inmaterialidad absorbe cualquier posibilidad de trascender lo inmediato.


reflexión del día:

Que cada cual haga su trabajo
y quién no tenga ganas de hacerlo
que se vaya a la playa.
Allí sudar por pura inactividad
es un estatus muy cotizado.
Aquí tomar el sol frente
a la pantalla en blanco del word,
es una práctica que hace mucho
ha dejado de colar.






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