reflexiones sobre creación escénica contemporánea

Arrancamos este blog delimitando cuál es el tipo de creación escénica sobre la que dirigiremos nuestra atención.

Entendemos por creación escénica contemporánea aquella que se desarrolla esencialmente desde dos parámetros: riesgo e investigación. Por riesgo entendemos el asumir decisiones escénicas de carácter estético, social o conceptual, por encima de certezas económicas o simpatías estudiadas con la audiencia o algún tipo de patrocinador. Y por investigación, el proceso de experimentación y profundización en el lenguaje escénico. Así como su reivindicación como impulso y sustento del proceso artístico que cada artista emprende, y que pretende sea percibido y valorado por su audiencia a la hora de vincularse con la obra. Esta definición como cualquier otra es una parcela pequeña sobre una realidad escénica más compleja, pero nos ayuda a encauzar el contexto de nuestras reflexiones. Si miramos a las artes plásticas o a cierto tipo de cine que se ha etiquetado como "cine de autor" vemos que los criterios de riesgo e investigación se perciben claramente. Lamentablemente, en escena la palabra autor se refiere básicamente al dramaturgo/a, por tanto, excluimos esta palabra y la reemplazamos por creación escénica contemporánea, para entender el enfoque de nuestro interés.

CERRADOS A CAL Y CANTO

élites y hermetismo en la escena madrileña

Seguimos con nuestro intento por entender las razones que hacen que la normalidad y buena salud de la creación escénica contemporánea madrileña no suene a chiste de entierro.
Nos metemos en uno de los puntos difíciles, las élites y el hermetismo militante en el que se desenvuelve esta cultura. Pensamos que esta es una de las particularidades más fuertes del entorno artístico madrileño. Nos resulta difícil su análisis porque creemos que es una circunstancia que trasciende la creación escénica contemporánea y afecta a la totalidad del medio.
Vamos a empezar por la periferia para intentar poco a poco irnos acercando.
Quisiéramos comenzar refiriéndonos a un espacio que creemos condensa en esencia lo que puede ser esta idea del hermetismo y las élites culturales en esta ciudad, es La Biblioteca Nacional. Lo mencionamos porque por más tiempo que pase nunca nos llegaremos a acostumbrar, ¿cómo es posible que en el lugar en el que se atesoran fuentes importantísimas de la cultura y el saber, sólo puedan entrar investigadores acreditados? Es algo que resulta demencial y muy difícil de asimilar. Y hablamos de La Biblioteca Nacional porque nos parece un vértice clarificador, un tótem gigantesco que nos muestra de manera nítida el modo en que se pretende que nos relacionemos con la cultura en esta ciudad; a través de la privación y el elitismo.
Si este ejemplo a alguien se le queda un poco pretérito, le invitamos a que siga por esa misma calle unos 2 mil metros más abajo hasta encontrarse con el flamante y recién estrenado CaixaForum. Más allá de las connotaciones que puede implicar fusionar la banca con la cultura (que curiosamente empieza a desarrollarse con toda naturalidad en Madrid y no estaría nada mal analizar) le proponemos que observe el edificio, que contemple el cubo y piense en qué impresión le da. Nosotros curiosamente reparamos en la ausencia de ventanas, nos dio por contarlas, contamos 3, y pensamos pobres trabajadores, pobre claustrofobia. Pero luego pensamos, quién diseñó esto no puede ser tan imbécil, seguramente hay ventanas, la cosa es que no las vemos, ah, ah, ahí está la gracia, ellos nos ven pero nosotros no, ah, ah. Este edificio nos sirve como referencia para decir que la arquitectura nos habla a gritos de los pensamientos políticos y sociales que hay detrás de cada proyecto, sea cultural, habitacional, científico, deportivo o lo que sea. Como observadores de ese cubo, no pudimos evitar pensar en fortalezas, y la relación entre fortalezas y cultura no nos gustó. Fortalezas decoradas por plantas verticales, iconos medievales de lo más evocadores. Lo importante no es el caramelo, sino la mano que te lo da, su cuerpo, y sobre todo en qué está pensando esa persona cuando te lo da. En este caso ese pensamiento tuvo poco o nada que ver con el modo en que nos gustaría relacionarnos con la cultura y la comunicación en esta ciudad.
En Madrid hay cientos de espacios que funcionan en 2 direcciones; abiertamente replegados en sí mismos o con una aparente apertura donde lo que se nos muestra es una parte ínfima de la totalidad. Decimos todo esto, porque de esta manera de hacer lógicamente no se excluyen los profesionales de la escena, es un sustrato que pesa y condiciona su desarrollo.

Observamos que el estado de cerrazón con que se viven las artes escénicas en esta ciudad es impresionante, y esto aunque pueda parecer normal, no lo es. Las distintas ramas de las artes escénicas coexisten pero no se mezclan. La escena se muestra llena de compartimentos, cada cual con sus necesidades y reivindicaciones especificas, cada cual con su pulso. La variedad de visiones sobre qué es y qué se debe hacer en un escenario se convierten en caballos (o más bien ponis) de batalla desde la que reivindicar un quién sabe qué individual e intentar salvar el pellejo. En vez de enriquecer, la multiplicidad se vive como una confrontación, como un insulto al punto de vista individual. Si hay algo que tiene Madrid (y que no todas las ciudades tienen) es diversidad en lo que a su cartelera escénica se refiere, ahora si ésta se entiende como si de un vecino incómodo se tratase, la cosa va mal. Esta obcecación por mirar, gestionar y hacer escena en espacios mentales de 2X2 hace que cualquier impulso se estanque y se quede atrapado en la pequeñez que los propios profesionales de las artes escénicas quieran asignarle. Es claro que en Madrid el criterio que prima es el de pueblo conservador de derecha, pero aún en el peor de los conservadurismos, no es lógico que los tejidos humanos se obstinen en hacinarse en pasillos tan estrechos.
Todo ese folclorismo de lo "ABIERTOS" que son los madrileños confunde bastante las cosas. Se piensa que apertura es disponibilidad para tomar unas cervezas, pero la realidad es que eso no pasa de ser sed e intercambio de calor humano.
¿Donde empieza todo esto? ¿Qué es lo que hace que la distancia entre las distintas vertientes escénicas parezca insondable? ¿Tan pequeño es realmente el espacio en que nos estamos moviendo?
Pero nos llama la atención sobre todo la siguiente particularidad:
¿por qué la creación escénica contemporánea produce en todos los profesionales del medio que no se dedican a ella, tanta irritación? ¿Qué es lo que les perturba tanto?
Nuestra impresión es que existe un profundo temor. Pero ¿temor a qué? ¿De qué tienen miedo los dramaturgos convencionales? ¿Los que dirigen teatro de repertorio? ¿Los adoradores de los clásicos?, ¿el ballet?, ¿la danza contemporánea más ortodoxa?, ¿los gestores culturales?, ¿las compañías?, ¿los festivales?, ¿las instituciones públicas?... ¿Qué piensan? ¿Creen que porque en una obra los actores no hagan de nada, sino simplemente de sí mismos y no se siga una estructura narrativa al uso, se está atentando contra todo el teatro y produciéndole una hemorragia de la que no podrá recuperarse? O en la danza: ¿piensan que porque los intérpretes no bailen sincronizados siguiendo el compás de la música, la esencia de este arte desaparece? ¿Reflexionan sobre todo esto o realmente sienten pánico?
Lo interesante quizá es formular una contrapregunta: ¿le teme a algo el público? Nuestra impresión es que no. O que por lo menos lo que los profesionales de la artes escénicas piensan que teme el público, no es realmente su temor. Creemos que la audiencia básicamente hace lo que le apetece. La entrada que compra es un voto de confianza pero a la vez un poder. Igual un día por despiste alguien se mete a ver una función que le saca de quicio, un día, ya que es raro que le vuelva a ocurrir. Quien va a una sala lo que quiere es saber mínimamente lo que va a ver, y que lo que ha visto se corresponda con lo que le habían dicho vería. Resuelto esto, los espectadores se decantan de un modo natural hacia lo que les interesa. Lógicamente existe un proceso de acostumbramiento de la mirada, sobre todo en lo que a creación escénica contemporánea se refiere, pero que a nuestro entender se resuelve proponiendo líneas de programación claras y constantes. Esta es nuestra impresión, pero desde luego no es la que se aplica a la hora de programar en los teatros.
Históricamente la capacidad revulsiva de las artes escénicas se ha vigilado con lupa por parte del poder de turno, pero a estas alturas y en una ciudad como Madrid en la que en algunos periodos del año la sobreoferta cultural llega a paralizar, pensar que el que podamos ver con normalidad otras miradas de hacer escena va a ocasionar un cataclismo en los ciudadanos, es cuando menos para troncharse de risa. Insistimos, nuestra impresión es que existe un miedo profundo, un pánico de los propios profesionales de la escena. Pareciera que creen que si la creación escénica es aplaudida y aceptada por el público, si básicamente se normaliza, la gente va a salir por las calles con pancartas reclamando que desaparezca el teatro de personajes, la muerte de los clásicos y las coreografías coordinadas, la guillotina para el flamenco y el ballet, y van a exigir ver creación, creación y creación.
Se insiste con verdadera obstinación en vivir la multiplicidad como un insulto al punto de vista individual porque existe un miedo, una inseguridad ante lo propio. No hace falta un doctorado en psicología para percibir que las posiciones defensivas suelen ser una manifestación externa de un temor. En este caso profundo, arraigado y violento.

Pero dicho esto, vamos al punto que realmente nos interesa, y que es en la praxis un problema que está afectando a la creación escénica contemporánea gravemente. ¿Qué ocurre en Madrid? ¿Por qué no podemos ver creación escénica contemporánea en teatros nacionales? ¿Quién ha decidido y sigue pujando para que este tipo de creación sea vista única y exclusivamente en salas alternativas? ¿Y quién procura además que las condiciones de exhibición y difusión de estas obras rayen en lo lamentable?
Lo primero que habría que decir es que en un estado ideal de creación, es voluntad del propio artista decidir hacia qué tipo de espacio quiere orientar la obra que está desarrollando, cada proyecto tiene sus necesidades de acuerdo al modo en que ha sido concebido. Es posible que una compañía cree una obra para un espacio de 800 ó 1.000 espectadores, pero que también desarrolle otras creaciones para espacios 50 butacas, por poner un ejemplo. El tamaño físico de una creación escénica no es una garantía de su calidad artística, ¿o es que la fuerza y el valor plástico de un cuadro se mide por su tamaño? Quizá una de las cosas que puede garantizarnos la calidad artística de una obra es que sea exhibida en las condiciones y dimensiones que el propio artista imaginó para ella. Si esto se altera y el artista se ve obligado a adecuar el formato obra tras obra, como espectadores veremos que algo no encaja, percibiremos esta limitación.
Cuando Strindberg en el 19 proponía un teatro de cámara para aforos reducidos, nos hablaba de una intención comunicativa, no de una limitación espacial o económica. Nos planteaba una necesidad de su propio proceso como creador. Mucho ha llovido desde aquello y como otra de tantas visiones escénicas, quién sabe a dónde ha ido a parar.
Es importante entender que gran parte de los artistas de creación escénica contemporánea han luchado contra la idea de "espectáculo" en el sentido más pirotécnico de la palabra. Lo espectacular resultaba y resulta incómodo. Los artistas han luchado desde el lugar en el que es lógico que luchen, buscando estrategias coreográficas y dramatúrgicas para poder alejarse de una idea que no les agradaba. Estas estrategias han llevado a muchos de ellos a trabajar en espacios pequeños y a esencializar las condiciones de producción de sus obras. La cuestión es que en Madrid hay un eslabón que se ha extraviado o que decididamente no se ha comprendido. El que un artista decida en determinado momento de su trayectoria que requiere un espacio íntimo para realizar su obra, no implica que no quiera saber nunca nada más de otros espacios. O que elija que para x proyecto las condiciones técnicas de producción sean las mínimas, no significa que a partir de ahora y para siempre trabajará en esas condiciones. El problema de no ver creación escénica contemporánea en teatros nacionales no es que esos teatros sean más bonitos y los artistas se sientan más a gustito trabajando en ellos, sino que de un modo real esos espacios pueden llegar a cubrir las necesidades que tienen los proyectos que proponen, y no sólo a un nivel económico, sino en cuanto a gestión, apoyo, difusión y diálogo de ese teatro con el artista de cara a articular un proceso adecuado y específico para el proyecto en cuestión. Este trabajo lógicamente las salas alternativas no pretenden, ni pueden plantearse hacerlo. También hay que ser realistas y decir las cosas por su nombre, en esta ciudad las salas alternativas se ven como espacios de segunda, tercera o cuarta. Para nosotros personalmente esto es un error, hay obras maravillosas exhibiéndose en salas microscópicas, y que el arte escénico sólo se represente en escenarios de 20 x 15 resultaría insoportable y perjudicial para muchos trabajos, pero es evidente que esa es la percepción general con la que se valoran. La línea de pensamiento que hay detrás es clara, para un arte escénico de segunda, espacios escénicos de segunda.
¡Dios es para partirse de risa, es increíble! ¡2008 y mirad qué criterios!
O puede que no, puede ser que la esencia de esta actitud esté en lo que decíamos antes, el pavor. Ya se sabe, lo que produce miedo, mejor mantenerlo apartado, o en este caso hacer lo humanamente posible porque desaparezca. Lo grave es que en muchos momentos esta desaparición ha estado a punto de ocurrir, y ahora, nada menos que en 2008, la situación no parece muy diferente.
Es evidente que existe un problema de parcelación y falta de diálogo en las artes escénicas madrileñas y también una descompensación muy aguda en las condiciones en que se producen y exhiben unas obras y otras. Hay privilegiados y desfavorecidos, mimados, y ovejas negras que muchos quisieran ver morir.
Pero más allá de todo esto hay algo positivo, observamos que aparecen nuevas figuras que se encargan de la dirección de teatros nacionales y que de una manera gradual comienzan a sacudir el polvo de los escenarios, es verdad que por ahora muy tímida y lentamente. La pregunta es: ¿se decidirán a hacer algo por la creación escénica contemporánea de Madrid? ¿O van a esperar a que el director del Festival de Otoño haga de conejillo de indias y nos siga mostrando, como acaba de empezar a hacer, año a año a todos/as los creadores contemporáneos de Europa y América latina, antes de decidirse a reaccionar? Si esta es la estrategia, dentro de lo malo algo de esperanza nos deja, ahora si ellos también sienten ese pánico profundo del que hablamos, mal asunto.
Nosotros como espectadores, podemos asegurarles a los directores de los teatros nacionales, que si programan creación escénica contemporánea en sus espacios, no les vamos a quemar las butacas ni a exigir que dimitan, no se van a quedar en el paro, si es eso lo que tanto les asusta. También les aseguramos que el asistir a ver creación escénica contemporánea no va a hacernos perder el juicio o provocarnos un trauma profundo, agradecemos la consideración que nos tienen, pero que no se preocupen, viviremos. El que este tipo de trabajos se pueda ver en teatros nacionales de Madrid, puede que simplemente nos oxigene, y nos haga pensar que en la historia de las artes escénicas existe capacidad de reescritura y no solamente la repetición memotécnica de las mismas actitudes y palabras.
Pero si se persiste en este posicionamiento, luego no se sorprendan cuando sus homólogos del resto de Europa y todo el planeta les digan: "Madrid olé y nada más que olé; gambas, sol y cañas".
Existen infinidad de maneras para conseguir que esta situación se vaya regularizando de un modo gradual, es descabellado pensar que un problema así pueda resolverse en dos días. La cuestión está en si hay voluntad "real" de que esto ocurra. Nos queda esperar y observar, pueden decirnos lo que quieran, pero como espectadores la referencia más transparente y concreta es la cartelera. Por tanto, vamos a estar muy atentos.

Sobre este tema poco más, es un asunto complejo e históricamente arraigado, todo lo que se diga es insuficiente, no es una cuestión de palabras sino de conciencia sobre la situación y medidas urgentes.   



reflexión del día:
Nos están tomando el pelo
y lo van a seguir haciendo.
Haz lo que tengas que hacer,
lo que creas y te parezca,
pero por favor no te duermas.


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